sábado, 30 de abril de 2011

VOLVER

Volver, digo,
y me veo:
alfil transpuesto
jugando hilos sutiles
del azar, superficies,
palabras
partiendo espejos.

Con pies indulgentes,
me sumerjo
en la pasión que alimenta
velocidades de crucero.

Errónea maravilla,
nudo del alma
viajando al futuro,
en arrebatos
de un mundo desmedido,
sin reemplazo.

Soy,
a causa del excesivo
transcurrir de la vuelta,
el que escribe mi epitafio
y, en ese gesto, nazco
al cabo del cometa.

Después,
me engarzo a las buenas costumbres:
el comercio de los encantos.

Digiero mi pan,
que no se equivoca de saliva,
y descubro pequeños sonidos...

Imagen sin memoria.

sábado, 16 de abril de 2011

CONSIDERACIONES POSIBLES

Salgo al alba
en deseos inquisidores
esperando
sirenas del sótano
en mis pliegues,
olvidadas páginas.

¿Quién eres, pequeña sombra
que olvidas contornos, nombres
enredados en salinas de penumbra?

Como un látigo,
vuelve mi ignorancia
a desafiarme,
el verdadero mar,
golpea
con su aldabón azul,
mis paralelos renglones,
infinitamente desterrados.

Tanteando en el amor,
a ciegas con la luz,
entre ramas maduras,
alguna estrella
explota
en palpitaciones
de constelaciones tardías.

Esta mañana,
no tenemos edad,
ciegamente,
nos recostamos,
ascendidos
a comarcas venturosas
cayendo de tu pelo.

¿Quién te encarcela, dime?
Di, ¿quién recuerda tu pasado?

Tal vez,
una canción
te libre
bajo alamedas
transmarinas.

Quiero que recuerdes:
no por claro
u oscuro,
ella te ama.

viernes, 8 de abril de 2011

LOCOS AULLANDO COMO LOBOS

En cisternas de la memoria,
tembloroso y fosforescente,
libero
rituales mecánicos y escorpiones,
rompiendo cabezas.

En mares partidos,
atravieso enigmáticos cuerpos
que esperan ser escritos.

Y en escenarios volcánicos,
visto trajes soliviantados
sobre hombros de la colina,
mientras me pregunto:
¿Qué es la realidad?
¿Y el álgebra del alma,
cómo se conjuga?

Los hombres,
locos aullando como lobos,
suspendidos
en ramas
de tibios soles extranjeros,
caen
como hojas sangrientas
de patrias traspuestas
en actos lejanos,
que, bien mirados, a veces,
causan gracia.

Me decía: adelante.
La palabra precisa, aviva el ojo,
llama al abrazo.

Viajo en espejos enamorados,
encuentro golpes
que deletrean un cortejo
de muñecas de cartón,
caleidoscopios
aleteando mis párpados azules
reflejando caminos
en mendigos de amor.

Mi cabeza inclinada,
como sauce sobre un río,
recuerda cantos de gloria
en destellos de sexo acuático,
recorriendo la ciudad.

Desde entonces,
comencé a morir:
escribo con ojos abiertos,
escucho mi voz
y abandono el coro de los muertos.