viernes, 13 de marzo de 2009

CAPTURA DEL SUEÑO

Y desperté un día al grito de !Pan! !Trabajo! !Poesía!
No sabía dónde estaba, ni en qué cama, ni en qué casa, ni en cuál geografía!
Me recordaba paseando en sueños, sin edad, en diversos tiempos, en varios cuerpos, en distintas orillas de un denso, inmenso río o estuario o delta que desemboca en el océano color arena y verde y azul añil, como las ventanas de madera en las islas griegas, del color del mar donde los peces nadaban limpiamente.
Me di vuelta del otro lado y me tapé entero, más allá de las orejas. Apagué el despertador y quise volver a esa confluencia marítima, donde se juntan las aguas, en el delta del Ebro, el Volga o el Paraná.
No pude volver. Al intentarlo conseguía soñar pero ya transportado a otra escena, otros personajes. Entonces, me senté frente al teclado y me dije: lo voy a reconstruir, lo voy a inventar.
Si no lo escribo no existí nunca.
Sin embargo, alejado de la muchedumbre que grita y repta, corre y se agita en vientos de liberación, intentaba recordar pacientemente mi sueño, pero ya era otro.
Era otro el sueño y yo no sabía quién era yo.
Desembarqué en una tierra movediza y cambiante, y el ruido de mis tripas se llevó los miedos, tiernamente alimentados, locamente trasmutados.
Después me dije: Se lo tengo que contar a mi analista, y una palabra me llevó a otra y esa a otra y así, hacia el abismo donde nacía mi privada mitología acerca del viento y el temblor, el batir de alas, casi con violencia, queriendo levantar vuelo.
Entonces, lentamente, inmerso en aquél sueño, vino otro de épocas remotas que rondaba los desagues de las decenas de cuadrenos de la noche, donde registraba con mi mano deseante, truenos y rapiña y también, galaxias que fluyen a mi boca dirijidas al prójimo cercano.
Los sonidos intentaban capturar las figuras, pero al hacerlo, otras imágenes y otros sonidos recordaban las fiebres, el fulgor y la coherencia de un cuerpo inexistente.

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